Con el alcohol, olvidas lavarte las manos cada cinco minutos. Tronarse los dedos ya es inconsciente, pero no lo es hablar con ella. Ella desaparece en el líquido que corre por tu garganta con cada sorbo que das. No haces planes con ella ni sopesas las diferentes problemáticas de cada escape que podrían darse. En este estado no recuerdas la posibilidad de un único escape y una única oportunidad; planes hechos con cautela en estado de sobriedad disueltos en cerveza.
Pero el alcohol viene pocas veces al mes. La mayoría de las veces te encuentras en soledad con tus manías. Encerrado en un cuarto donde la luz se atenúa por las cortinas constantemente cerradas, haciendo pronto el arribo del anochecer y perpetuando más allá de lo normal el amanecer, cavilas incesante. Tu mente da giros por el cuarto. Sube por aquella pared y te dedicas a observarlo. Jamás lo detienes cuando irrumpe y destruye tus pertenencias. Transgrede contra ti y lo dejas por creer en la bondad del pensamiento.
Es tu propio pensamiento el creador y portador de tus manías. Te gusta pensar en la melancolía cuando te abruma la alegría; en la euforia inalcanzable cuando la nostalgia arriba. Inconformidad de tu estado actual y hacerlo de esa manera. Es una manía mantenerse enfermo de este modo y te gusta. Buscas la manera de no caer en la tranquilidad. La tormenta insaciable provocada por ti mismo dentro de tu recámara desordenada.
Pero la manía naciente de este pensamiento cuya forma es la más extraña, es mentirte a ti mismo.
1 comentario:
Creo que la manía de mentirse a uno mismo es una de las más arraigadas. Nos encanta engañarnos y considerar las manias otras.
Me encantó este texto.
Saludos
PD. Mi palabra verificadora es "hotthis", Hot this? jajaja
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