sábado, 18 de abril de 2009

Mírame a los ojos.... ¡He dicho a los ojos!







(Si bien yo tampoco me siento del todo cómoda con el tema, prometo hacer mi mejor esfuerzo por no ser zamítica :P)


Para una mujer, el tener chichis es normal. Nuestras percepciones van cambiando a lo largo de nuestras vidas con respecto a ellas, es decir, hay una edad en la que de plano ni sabemos de la existencia de ellas, luego se vuelve una especie de trauma cuando te das cuenta de que, en efecto, existen y hay que comprarse el primer corpiño o el primer bra y te empeñas en que no se vea que existen, después aceptas que existen y comienzan las comparaciones y te das cuenta de que los chicos las observan “cautelosamente”, después ya tienen sus ventajas y hasta una les saca provecho, luego sirven para alimentar a los hijos respectivos (en caso de que se tengan hijos) y, finalmente, caerán (nota: todo esto excluye cualquier tipo de cirugía plástica que pueda remediar el final trágico). En mi caso, yo llegué tarde a la repartición de caderas, en la otra repartición pareciera haber sido de las primeras en la fila, no me he quejado tanto.


Siempre me ha llamado la atención la obsesión de algunos hombres por ese tipo de atributos, digo, la frase “Más mueve un par de tetas...” tiende a ser cierta, pongamos por ejemplo Troya, bien sabemos que todo el desmadre empezó por una mujer muy bella, deseada por todos, llamada Helena, es decir, por un par de tetas.


Vamos... los hombres las desean, aparentemente omitiendo que sus madres, hermanas y abuelas también las tienen y en ese caso no tienen el mismo efecto, por lo cual concuerdo con El Marqués en que no son las tetas las que mueven, son los sentimientos, el amor, las sonrisas y anexos en donde, de repente tienen que salir las susodichas al tema so pretexto de una atracción sexual (es muy emblemático, aparentemente).


Hace algunos años salió un comercial de Wonderbra (del cual se extrae el título de este post) en donde sale una mujer super super buenota –una modelo de Europa del Este -con un bra negro y los milochomil efectos especiales de un wonderbra para poder darle lugar a esa frase de “Mírame a los ojos... ¡he dicho a los ojos!”. Según leí hace algunos años los espectaculares con ese anuncio hicieron chocar a varios. Esto también es un ejemplo perfecto de que cómo las tetas mueven más que cien carretas en el ámbito publicitario (nada más con ver la publicidad del Dr. Simi lo entenderemos).... podría decir que más que “mueven” es “venden más que...”.


Lamentablemente la frase es muy machista, es decir, es reducir a las mujeres a un par de chichis, a una mujer que no habla y que no tiene nada más que ofrecer para poder “mover más que cien carretas” que sus chichis. Y me molestan los estereotipos de que si las chicas con bubis chiquitas son más inteligentes, en muy contados casos aplica jajaja.


No sé... jaja realmente no sé ni que poner! (¡Pero nos vamos de intercambio! - había que anunciarlo)


miércoles, 15 de abril de 2009

La copa C

En una sociedad machista como en la que vivimos las mujeres nos acostumbramos a ser vistas, estamos expuestas a las miradas lascivas de tipos que antes a detenerse a pensar en tu nombre ya se están imaginando todo contigo.

Los hombres te ven en la calle como si fueras de otro planeta, como si su madre o su hermana no tuvieran, como si de bebés no hubieran mamado para alimentarse y aun conscientes de esto te dicen ¨acábame de criar¨. Cuando dicen esto me dan ganas de realmente educarlos a cinturonazos.

Para soportar estos comportamientos primitivos se debe desarrollar cierta inmunidad, sales a la calle como quieres, provocando las miradas indiscretas y como consuelo y aún en contra de los pensamientos feministas, te aprovechas de lo que te ha dado la vida (si te dio algo, claro!). Como sea, se consiguen taxis gratis, filas más cortas, cuentas en ceros, mejores calificaciones y alguno que otro problema.

Cabe mencionar que no funcionan igual si no son utilizadas con inteligencia, no es lo mismo una tonta portándolas a la que lo máximo que le conseguirán será un helado gratis, mientras otras más avispadas que podemos ver en las noticias consiguieron ser primeras damas o lideresas importantes.

Es divertido ver todo lo que se puede hacer de un hombre cuando se vuelve susceptible ante los encantos de una mujer, porque tienen razón, no son las tetas, es la habilidad femenina. Es un juego en el que tienen todas las de perder, creen que nos conquistan y no es así, vamos un paso adelante y ni siquiera lo notan. Caen sin saber en que caen, no saben decir que no, no ponen resistencia, se convierten en materia maleable y si sabes manejarlos harán lo que quieras. ¡Y algunos aún se atreven a decir que son más inteligentes que nosotras!

Yo que las odiaba tanto cuando comenzaron a surgir en sexto de primaria, según yo fue prematuro y detestaba ya no poder brincar y correr con la misma libertad. Ahora agradezco a la genética que me haya dado un buen par.

Me parece una ventaja justa aunque limitada considerando el sinnúmero de desigualdades que existen entre ambos géneros y aunque vivamos en esta sociedad patriarcal y retrógrada hemos de recuperar terreno no con nuestras dotes físicas sino con inteligencia y voluntad. Finalmente el que un par de tetas jalen más que un par de carretas sigue siendo un concepto machista que cosifica a la mujer depauperando su dignidad y valor como individuo y que no debería ser vigente en pro de la equidad y la interrelación entre hombres y mujeres.

No sólo las tetas mueven...

Romeo perdió la mitad de su capacidad cerebral (que al parecer no era mucha) por una muchacha de nombre Julieta; Adán, nos negó el paraíso eterno y la comodidad de andar encuerados por la vida por seguir a la chismosa de Eva; hasta nuestro Pedrito, el Ídolo de México, aquel que sufrió por tanta vieja rejega que destrozó el hígado y le dejaron la voz aguardientosa, nos abandonó un día como hoy a causa de una mujer que solicitó su ayuda y lo hizo capaz de manejar un avión allá por la península de Yucatán.
Esto se podría entender de una sencilla manera si pensáramos que la causa común de todos estos acontecimientos es una curvilínea mujer, pero no, seria inexacto afirmarlo, es más, cometería un error garrafal; dejemos en claro, el poder no lo tienen la tetas (palabra que por alguna razón me cuesta escribir, leer y decir; ya ven, cosas de mi delicada educación y de mi rígida moral pueblerina), lo tiene esa bella condición humana que se llama calentura.

Y con eso se entiende mucho mejor el refrán. No son las "tetas" son las miradas y las sonrisas, las palabras y los ojos; todo lo que son capaces de hacer por convencerte y hacerte creer que pueden ser tuyas.

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Ella tenía los ojos mas bonitos que yo hubiera visto; su risa, a veces tan taladrante y molesta, otras tan clara y contagiosa, lo llenaba todo... y tenía la cabeza hecha un desorden.
Cuando la conocí no la reconocí por sus botas pero definitivamente cuando todo acabó quedaron un par de cosas rotas.
Me dio un papel que jamás había interpretado, fui su héroe, su príncipe azul, su tierra y ella mi luna; bajo su influjo hice cosas que jamás creí hacer, la rescate de las amenazas, era su soporte mientras su castillo se derrumbaba, le prometí un mundo mejor, le sanaba las cicatrices tras la batallas.
Me convertí en todo lo que necesitaba, me adelantaba a sus deseos, todo capricho le cumplí, bastaba con que lo pidiera para que buscara como dárselo; jamás lo entendí.

¿Que poder tenía sobre mi?, ¿Cómo me cambió?, ¿Cómo sucedió?.

No lo sé, simplemente pasó. Ella me movía.

Un día me di cuenta de que ese por mas que lo intentará, por mas que lo quisiera, por mas que me esforzara, no era yo.

Entonces la princesa, cambió de parecer, busco lograr por la mala lo que antes conseguía con sonrisas; deje de quererlo hacer y creyó que la dejaba de querer.

No la dejó de querer, pero las cosas cambian; su dolor me duele, me mueve: pero ahora ella tiene que salvarse y seguir adelante, para encontrarnos ahí donde un día prometimos.

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Pero también el amor mueve y más que un buen par de tetas o de carretas.

Aunque éste sea el último dolor que me causas,
y éstos sean los últimos versos que te escribo.

martes, 14 de abril de 2009

Tallas

Primeramente he de aclarar que el tema no es completamente de mi agrado, pero eso no significa que me limite en expresar muchas cosas buenas, comunes o desagradables al respecto.
Un muy buen maestro que tuve en años anteriores decía que lo que los hombres ven en las mujeres es que ellas "tengan buenas chichis y buenas nalgas", cuando lo escuché las primeras veces me sentía mal, después me acostumbré y finalmente -después de ver documentales de naturaleza, antropología, anatomía y leyendo uno que otro artículo por ahí- lo terminé aceptando y no sólo porque las cosas sean así de simples como suenan sino porque en realidad hay buenas razones biológicas para creerlo.
El diciembre antepasado, en alguna librería, me reí al ver el título de un libro -de origen colombiano- que decía "Sin tetas no hay paraíso", me pregunté quien sería el autor, leí la sinopsis en la contraportada y lo único que logré fue prolongar mi risa, el asunto me resultaba por demás burdo o al menos no podía entenderlo, desde mi entorno, como ahí se proyectaba de esa manera. Sigo sin poder hacerlo (creo que no lo haré, se convirtió en un telenovela, ya saben, siempre tan apegadas a la realidad).
Lo que si tengo claro es que pues no son simplemente un par de tetas las que mueven al mundo atrayendo miradas, sino especialmente son las grandes -y firmes- las que tienen la virtud de poseer todas las miradas masculinas e incluso femeninas envidiosas, o a veces -aunque sigan siendo grandes- de desprecio por generar un desajuste en la proporción de la mujer portadora (quien seguramente sufre de dolor de espalda hasta cuando está acostada) o por crear en la mente de los mirones la gran duda, que se convierte en misterio sin resolver, respecto a la talla verdadera del brassier que las ajusta. Bien, y ni que decir de las que en tales condiciones no están ajustadas y lucen tan bien, por ellas sale el sol aunque sea invierno y día de neblina.
Hasta ahora mis referencias se han ido por el rumbo de la atracción ¿qué? ¿debo ahora comenzar a hablar de placer y cosas más allá?, prefiero saltarme el tema, con lo escrito por Glo creo que es más que suficiente y genial, además no quiero terminar sin dejar de mencionar la tarea principal para la cual, como producto de la evolución, se diseñaron y conservaron estas bellas glándulas: amamantar conservar la vida más allá del vientre, dar alimento en los tiempos de mayor fragilidad y establecer el primer vínculo firme entre la madre y su retoño.
P.D. Creo en que el algodón, los "push-up" y ,en caso desesperado, la leche, siempre son las mejores opciones antes que el silicón.

lunes, 13 de abril de 2009

Tetas fáciles

Las mujeres fáciles para mí son un mito. Jamás he gozado de una aventura de voluptuosidades de una noche. Repelo a las mujeres fáciles de una manera que ni yo mismo comprendo en su totalidad. Al menos esto es cierto en el aspecto de atracción sexual.

Sí, yo soy el mejor amigo. Ese fiel con el que las mujeres les encanta platicar, confiar y apoyarse, pero al que jamás le van a dar un beso. El sólo pensarlo es sacrílego y si a ellas se les ocurre de una manera fugaz, matan la idea con un veloz –es sólo mi amigo-. Soy aquél al que le cuentan sus encuentros carnales de facilotas con los demás hombres del mundo menos tú. Te enteras de donde lo han hecho, como lo han hecho y casi te describen la manera que más les excitó al ser tocadas. Con ellas podrías ser un dios si tan sólo te dejara ponerle un dedo encima; si fuera igual de fácil contigo que con los demás. Pero no es así. Incluso cualquier intento tuyo de amigo mal intencionado es captado con toda la rapidez, y como un balde de hielos en el pantalón te dicen –no quiero arruinar lo que tenemos. Es taaaaaaaan perfecto-. Más castrante no se puede ser.

Sin embargo ahí sigue uno, por un rato, intentando jugar al Cassanova. Hacerle del tipo que sólo tiene ganas de meter un poquito –bastante- la mano, la lengüita –y algo más- y que después de un rato se cansa y ahí quedó. Pero uno no puede. Hay gente que simplemente no puede ser así y termina siendo simplemente amigo de las fáciles.

Lo que me consuela –y vaya que me consuela- es saber que por ninguna de ellas me he dejado jalar al punto de claudicar todo a un simple llamado. A mí lo que me jala al por mayor no son las tetas sino el chingado hipotálamo.

domingo, 12 de abril de 2009

Más mueve un par de tetas….que un par de carretas….

No me gusta este tema, quizá por que es muy socorrido… y es que como no serlo… si la vida del hombre está marcada por un par de tetas.

Pese a que no todas las mamis lo hacen., el amamantar a los pequeños, se habla debiera ser requisito, las tetas de las madres se especializan en crecer y crecer para que todo lo que produzcan vaya directo al cuerpo del nacido y así los inmunice… ¿inmunizar? Oh! Interesante no? Ya cuando eres grande y hablas de inmunidad confusa sería bueno que nuevamente viniera tu madre a alimentarte y así inmunizarte respecto a los conflictos pueriles que pasman tu vida…. Yo he deseado el auxilio y cobijo de las tetas de mi madre…

Después de la amamantada… viene el cambio. Los niños crecen y crecen, llegan a una edad en la cual a las niñas les crecen las tetas y a los niños les regresa el interés por las mismas…las niñas las ocultan, los niños quieren redescubrirlas… en este momento, justo en este momento, la tentación es un tesoro.

Son esas dos etapas las que ilustran mi admiración por las tetas, mi madre me nutrió muy bien, y a mí, a mí jamás me resultó necesario ocultar mis tetas… jamás fueron lo suficientemente llamativas como para tener que ocultarlas…
… quizá fue por eso que en otoño me olvidaron y prefirieron ir tras unas tetototototas… si, así fue. Quién decía que me amaba decidió salir a reencontrarse con las mismas tetas que un día se le negaron… oh! que sabio es el dicho…

A mí jamás me crecerán las tetas… pero a mi vida vendrán muchas carretas

Claro amor...

He soñado despierta con decirte “amor, ven y dame un beso, sabemos de que cualquier forma tú estarás mal”. Me gusta pensar que puedo desear tantas cosas, y saber que tú las cumplirás. Recordar que no puedes hacer nada sin mí. ¿Qué sabor tendría la vida entonces sin una loca como yo? Más que un par de tetas te gustan mis lunares, los tres, el de en medio, el de la esquina.

Te gusta tocarme la espalda y olerme el cabello. Agarrarme del cuello y darme un beso. Me gusta cuando lees y me agarras de las piernas para empezar todo de nuevo. Seguir el rito de siempre. Tus manos en mi cintura, después en mi cadera; mis manos sobre tus manos y recordarte que andabas leyendo; porque el amor físico es imposible sin violencia.

Así me amas, con violencia. Me gritas y me culpas de tus desdichas, como si yo te pidiera que me rondaras todos los días. Me buscas y empiezas a gritar, a decir que ya no me quieres ver nunca, intentas explicar la falta de alegría en tu vida, pero la poca, ese rayito de luz a las dos de la tarde, tiene que ver con el roce de nuestras piernas. Y yo te espero, como un libro abierto.

Y verte leer, como mueves los ojitos de una esquina a otra, como besando las palabras que van apareciendo de la nada, cambiando con esas manos a la siguiente hoja. Te doy un beso en la mejilla. Intentas ignorarme. Echas un vistazo y me agarras por la cintura. Así me gusta que me leas.

Y yo, yo sólo te pido ser poesía.