sábado, 21 de marzo de 2009

¿Porqué amar un lugar?


¿Por que amar un lugar, inseguro, sucio, contaminado, estresante, difícil de accesar y difícil de salir de el?, la respuesta seria: por su monstruoso mundo cultural y la infinidad de opciones que ofrece el acudir a la capital de este maltrecho país donde nos toco vivir.

Claro que se ama un lugar donde la mayoría de los recuerdos son buenos, ¿acaso no la mayoría de nosotros hemos odiado un lugar por representar algo impuesto? donde uno no tiene nada que hacer, y simplemente mata su tiempo en pensar en el lugar añorado; dudo que el DF se le haya impuesto a alguien, y si así es, seguramente termina por acoplarse rápidamente.

Por supuesto mucha gente que en su vida ha ido al DF o tiene la mala fortuna de no contar con un familiar chilango, dirá que es el lugar más horrible de la tierra y que solo acudirá a la ciudad cuando sea una emergencia o simplemente no le quede de otra, además de argumentar y afirmar, mediante su lógica pueblerina, que en cada esquina y en cada persona hay un ladrón en potencia. Esta paranoia la debemos, nada mas y nada menos, a nuestros “poco y nada pretenciosos” medios de comunicación; paranoia agudizada con la famosa guerra contra el narco que nos da un marco del aquí y ahora en nuestra parte de la historia, donde pareciera viviéramos en un estado de sitio.

Así pues como siempre lo ha sido a lo largo de la historia de México, el D.F. es un reflejo fiel de la situación actual que vive el país con sus clases sociales y su inseguridad.


Rodrigo Esqueda López


La Ciudad de los Vochos






Si existe una ciudad en el mundo en la cual uno jamás de aburrirá, seguro es la Ciudad de México. Es la entidad federativa más pequeña de toda la República Mexicana con (según Wiki y Wiki nunca miente) 1,497 km cuadrados. Es aquel pequeño lugar en donde uno puede encontrar un sistema de transporte público efectivo compuesto de todos los coches descontinuados (exceptuando al metrobús, pero el resto está comprendido por las combis, los vochos y las peseras que no precisamente son de este siglo), donde las señales de tránsito parecieran incitar a que las interpretemos de forma que digan lo contrario, donde en la noche – en un momento de pánico – uno preferiría correr hacia un extraño que hacia un policía. Fuera de eso, el Distrito Federal tiene su encanto, varias cuestiones surrealistas, que a los turistas les encantan, como el típico merolico del metro, el color naranja uniforme-de-presidiario de los vagones del metro, las putas que –cuando hay mundial de fútbol – apoyan a la selección mexicana en Barranca del Muerto, el hecho de que rehagan el piso del metrobús cada quince minutos justo en inicio de temporada navideña y así...


El DF es una especie de “macro-provincia”, es decir, entre delegaciones, colonias y similares, uno como defeño tiene tipificados a los habitantes de ciertas partes del DF. Las imágenes que nos vienen a la mente cuando vamos a ir a tal o cual lugar ya están puestas, no es lo mismo Coapa que Las Lomas, Santa Fe que Buenavista, La Basílica de Guadalupe que la Guadalupe Inn (o seaaaaaa) y así, miles de ejemplos (en absolutamente todos los niveles) aparecerán si intentamos pensar que el DF es un ente homogéneo que, gracias a quién se le deban de dar gracias, no lo es. A lo que voy es... la dinámica cuasi provinciana en el DF funciona como en las provincias más cerradas: mientras que en Mérida (por ejemplo) las cosas pueden llegar a basarse en si uno es “de buena familia” o no, en el DF es “de buena colonia” o “de buena delegación”, según sea el caso.


Por mi parte, de mis veinte primaveras, sólo no he vivido tres en el DF; yo soy una chica del sur, siempre he sido una chica del sur y... tengo el leve presentimiento de que siempre seré una chica del sur. Este asunto de “el sur” se debe de entender en los términos analuciescos, es decir, dado que soy la persona más norteada del planeta, el sur para mí comprende a la delegación Álvaro Obregón (vivo en un chipotito de la misma), Benito Juárez, Coyoacán, Tlalpan (centro y San Pedro Mártir), Magdalena Contreras y – chance – Xochimilco. De repente voy al Centro, a la Condesa o a la Roma, pero es raro encontrarme fuera del perímetro antes establecido, es muy posible que no conozca gran parte de mi propia ciudad (y, peor aún, que conozca otras mucho más a fondo) pero.... eso me tiene sin cuidado. Por el momento, sólo espero – y deseo y anhelo y así – que llegue semana santa, esa gloriosa semana en donde nadie toca el claxon en esta caótica ciudad y se respira un aire menos gris y nosotros, los que nos quedamos en el DF, dejamos que los otros estados de la República se harten de tanto chilango paseador.


(Favor de ignorar que cambio el tipo de letra, el editor de entradas está de terco conmigo)


viernes, 20 de marzo de 2009

Pueblo Grande, Infierno Chico

Aunque no nací en el DF he vivido toda mi vida aquí, en el sur de la ciudad.

No podría vivir en otro lugar que no fuera el DF. En este espacio encuentras todo, bueno menos tranquilidad, desde la mejor Universidad de Latinoamérica, museos, teatros, parques, centros comerciales (fresas y muy fresas), pirámides prehispánicas, antros para cualquier gusto hasta antros gays, cines con programación para adultos, donde a lo que menos se va es a ver la película, escuelas muy patito, tianguis, hoteles de menos cinco estrellas, y lo mejor es que si haces uso de algunos de estos lugares la probabilidad de que algún conocido te vea o que te critiquen es casi nula.

En el DF, siempre hay algo que ver, siempre hay a donde ir, siempre hay algo que hacer, siempre hay una cantina abierta, un museo con alguna exposición bizarra, un lugar donde jamás hubieras imaginado que existiera, caminar por las calles y en no menos de 5 kilómetros ver zonas residenciales y vecindades coexistiendo pacíficamente. Saber, que al que te ligaste en el metro, antro, cine, calle, museo, o lugar de preferencia, no lo volverás a ver (a menos que tú lo quieras) es muy chido, pues te da la posibilidad de mejorar tus técnicas de seducción y así poder perfeccionarlas (ja!).

Aunque seamos los más incivilizados del país, es la pura buena onda ser del DF.

Por eso y más:

I LOVE D.F

P.D. Y si por alguna razón se vuelve infernal tu estancia en tu delegación o donde vives porque te cacharon entrando a un antro gay, no te preocupes hay quince delegaciones más donde seguramente podrás inciar una nueva vida.






jueves, 19 de marzo de 2009

Disculpa a la vida y al intelecto. (Lanzada al aire.)

[Si no escribirás algo genial, resérvate mejor las largas sentencias]: a falta de tiempo, jugaré como abogado del diablo en una pequeña nota que, sin embargo, intentaré desarrollar más tarde: ¿alguien se toma enserio lo que escribe?, ¿alguien ama en realidad al D.F.?, ¿qué tipo de amor sería?, ¿no será más bien gusto en lugar de amor?, de ser así, ¿no perdería mucha fuerza y sentido cualquier cosa que hayan escrito?, en todo caso, no importando si es amor o es gusto, ¿no les parecen exacerbadas sus afinidades por lo artificial?, ¿alguien se ha puesto a reflexionar acerca de ello?, ¿qué ha condicionado su visión y su enamoramiento por lo nefasto?...
Entiendo la pobreza de este escrito. Sin embargo, toda buena reflexión comienza por una problematización y la duda acerca de lo cotidiano. Repitámoslo Glo: no debemos contraer compromisos con la inocuidad.

martes, 17 de marzo de 2009

Culpable de amar...

Mi ciudad es chinampa
En un lago escondido
Es zenzóntle que busca en donde hacer nido
rehiléte que engaña la vista al girar.
Baila al son
Del tequila y de su valentina
Es jinete que arriesga la vida
En un liénzo de fiesta y color.

Mi ciudad es la cuna
De un niño dormido
En un bosque de espejos que cuida un castillo
Monumentos de glória que velan su andar.

Es un sol
Con penacho y sarape veteado,
Que en las noches se viste de charro
Y se pone a cantarle al amor.


La ciudad de México es el Distrito Federal de un país sumamente centralizado, donde todo lo que pasa, si es que pasa, ha de pasar aquí.

Somos una ciudad que olvida lo fundamental y conserva lo personal, de tal manera que tenemos mas carros que estacionamientos, mas antros que librerías y mas basura que botes. Con tanta memoria que aún recuerda que fue un lago y que, con la cooperación de sus lúcidos habitantes, se inunda hasta desquiciarnos.

La Ciudad se burla, nos tantea, nos da y nos quita, nos hace temerla por las noches y amarla por las mañanas con la misma facilidad que nos hace amarla por las noches y odiarla por las mañanas.

Vivir aquí, amar, dormir, correr, caminar en sus calles, vandalizarlas, sacralizarlas, criticarlas o simplemente intentar ignorarlas es una invitación a volverse loco. ¿Cómo amar algo tan odioso, tan nefasto, tan inquietante, tan bellamente caótico?; ¿cómo ignorar al organillero tocando las mañanitas, al señor que te promete que ese "cachito" de lotería te va a hacer millonario (ese y ningún otro), al lava parabrisas que te exige una moneda por algo que no solicitaste; al chofer del microbús que a las 6 de la mañana ya trae la fiesta encima y la banda a todo lo que da?.

Tenemos playa y una secretaría de marina a kilómetros del mar, pista de hielo con temperaturas mínimas de 10 grados, miles de iglesias, plazas públicas que si no tienen mariachis tienen ratas o putas, y monumentos que se categorizan en: incomprensibles, inútiles y patrióticos pero con el común denominador de ser ofesivamente feos.

En el fondo seguimos siendo un ranchote con aires de ciudad, si no ¿cómo explicar los caballos que pasean en plena vía rápida, las ferias que detienen el trafico, las balaceras a media tarde (bueeeno, que eso ya no es taan raro), los chilangos lanzando vivas, cerrando calles y haciendo procesiones a la menor provocacíón?.
Somos y no somos, ciudad de palacios sobre fango, hemos de llegar a la vida con la contradicción como estigma y lo cantadito la hablar como pasatiempo.

No se puede esperar mucho de una prole que se alimenta de tortas de tamal y tacos al pastor, que vota por el peje y calderón, que solo respeta lo propio y que no sabe vivir en comunidad.

Ser chilango es un acto de fe y vivir en esta ciudad un ejemplo de tenacidad.

Es por eso que la Ciudad de México se parece tanto a una mujer en su peor versión pues , al igual que al bello género, no hay que entenderla para amarla, hay que amarla para fingir entenderla.

¿Cómo no amar el D.F.? si no es por bonito, mínimo por chistoso.

El DF y su fauna

Si, si te amo. Me encanta tu luminosidad, tu alegría, tu estruendo matutino y tu misteriosa noche, me fascina recorrerte lentamente, sorprendiéndome a diario con tus desvaríos. Cuando estoy sola contigo me invitas a un mundo desconocido y todo me parece tan ajeno; aún conociéndote de tantos años no dejas de ser nueva. A veces me dan ganas de hundirme en ti, esos días en que bañas las calles de jacarandas en flor y todo parece tan apacible, como un día de asueto en que todos deciden quedarse a descansar en su casa. Pero otros días...

***

Nuestra bella ciudad, patrimonio de la humanidad, sin duda un mosaico multicultural, salpicada de bellezas. Heredera de una rica historia y promesa ensoñada de un plácido futuro. ¿Qué hemos hecho de ti?

Al caminar por las calles del DF nunca puedo borrar de mi cabeza la idea de que ésta ciudad sería perfecta si no estuviera atestada de chilangos y es que todo es tan bonito mientras se encuentra solitario y en calma pero a la hora de salir de tu casa para encaminarte a tus actividades diarias comienza el suplicio.

Empecemos por una pequeña clasificación de la fauna defeña: por una parte hay ratonejos, una especie de ratas pero del doble de tamaño y con una astucia mayor a la de muchos funcionarios del gobierno; están esos animalitos de nombre científico willys, que sin pudor alguno se aparean en todos lados cuando hace calor, hay algunas ardillas juguetonas y acostumbradas a comer lo que sea, uno que otro pajarito y una mutación de las mencionadas ratas que se caracterizan por tener armas y aparecerse en las calles solitarias a quitarte todo el dinero de tu cumpleaños o en su defecto, se disfrazan de burócratas o empleados de banco pero, igualmente, te quitan tu dinero.

El DF también es casa de una especie en peligro de expansión a los que todos conocemos, los reconoces por traer el peinado a la Gokú, con patillas muy largas las cuales llevan embadurnadas de gel y formando un coqueto espiral sobre el mentón, pantalones guangos y playeras de tallas extra. Si son de sexo femenino se acomodan dos mechones de cabello encima de la cara de manera que les impidan la buena visibilidad a los que llaman cuernitos, igualmente embadurnados de gel, pantalones muy apretados y zapatos que, entre más brillitos, lentejuelas o cositas tengan mejor.
Son los que en el transporte público ponen la música de su celular (que además es mejor que el tuyo) a todo volumen asumiendo que a todos nos fascina escuchar Lo que paso pasó, entre tú y yo… Es verdad que todos tenemos algo de nacos dentro, pero hay algunos que lo disimulan mejor que otros.

Hay otros muy simpáticos a los que puedes reconocer fácilmente; los machos llevan playerita polo en colores pasteles, mocasines o tenis concha, pantalón de mezclilla, cinturón blanco, el celular en una mano y el nextel en la otra. Las hembras por su parte usan la ropa más entallada e incómoda que puedan encontrar, alaciado perfecto, dos o tres capas de gloss y tanguitas que combinen con su outfit súper fashion del día y claro, el celular. Estos tienen un lenguaje extraño repleto de anglicismos y weeeeeeey!! Esos que traen su musiquita de antro en sus cochecitos todos los viernes y se creen nice por ir a Circus.

Los demás son un híbrido de los dos anteriores en diferentes porcentajes. Primero vino el mestizaje entre españoles e indígenas y luego entre fresas y nacos. Ya si de plano no son parte de ninguno de estos grupos son unos inadaptados sociales que deciden escribir en un blog para desahogar sus traumas al respecto. ¡Y luego nos preguntamos por qué no nos quieren en provincia!

El caos de nuestra ciudad se basa en la interacción de las diferentes especies que en ella habitan y la eterna lucha de los unos con los otros, de los unos con los unos, de los otros con los demás y cualquier combinación posible. A eso agreguémosle el tráfico, la contaminación, los polis extorsionadores, la eterna lucha por el transporte público, las manifestaciones y las obras de Marcelito.

Si, sin duda nuestra ciudad es única.
***

¡Te juro que no eres tú, soy yo! Te amo pero hay días en que preferiría resignarme a la aburrición bucólica y dejar tus luces en mi memoria, dedicarme a ir al molino y hacer tortillas con mis propias manos, pasear en círculos alrededor de un modesto kiosco y dormirme a las 8 de la noche…

En edición...


Gracias por si comprensión :)

lunes, 16 de marzo de 2009

Enamorarse en la ciudad

A pesar de no haber vivido toda mi vida en el DF siendo defeño, siempre me he sentido como uno. De mis veinte años de vida, estos últimos cinco han sido los que más he disfrutado. Tal vez ha sido el hecho de que en la ciudad es tan sencillo perderse de la vista de los demás y sólo requiere un poco de imaginación para no ser encontrado –porque es claro que el ir a lugares que comúnmente visitamos nos llevara a eventualmente encontrarnos con gente que conocemos. He viajado en esta bella ciudad de norte a sur buscándome a mí mismo, y es en esta ciudad donde puedo decir que felizmente sigo fallando. No me alegro, me ha enseñado tanto y me sigue mostrando el mundo de una manera tal que preferiría jamás encontrarme. Más de uno dirá que miento, y tal vez tengan razón, pero al momento de escribir estas palabras, es una verdad.

¿Qué más amo de la ciudad? Antonio Machado lo dijo de la siguiente manera –y corríjanme si me equivoco-: Uno no es de donde nace, sino de donde se enamora. Para mi fortuna, yo soy de aquí, y es aquí donde me he enamorado algunas cuantas veces. Amores que han sido grandiosos y desgarradores, teniendo especialmente uno en la mente. El enamorarse de alguien en un lugar siempre convella el acto de enamorarse del propio lugar. Es algo que no decide uno, sino que toma su propio significado. Esta ciudad la he recorrido con el corazón en la mano desde que llegué y alguna vez intercambié mi corazón con otra persona y los llevábamos alegremente por toda la ciudad, de arriba para abajo en metro y camiones visitando lo que ellos quisieran visitar. Es parte de la belleza de la ciudad.

Después de un tiempo, cuando aquellos amores en la ciudad se transforman y se vuelven en algo indescriptible que uno no sabría clasificar, queda en la ciudad y en todos aquellos lugares que se visitaron el aroma de aquellas viejas vivencias. El sentimiento nostálgico vuelve a emerger de lo más profundo al recorrer aquellos callejones donde alguna vez se compartió el placer de encontrar a un niño perdido y salvarle de las tinieblas de la noche. Uno se enamora de la ciudad porque uno jamás deja de estar enamorado y se enamora aún más porque sus calles, monumentos, parques, hoteles, restaurantes, bares, escuelas y demás lugares, se vuelven un diario intangible en el cual quedaron escritas todas aquellas historias de amor y desamor que alguna vez forjamos con tanto ahínco y felicidad.

Yo amo esta ciudad porque en ella he aprendido a enamorarme y he olvidado como quitarme lo enamorado.

domingo, 15 de marzo de 2009

Mi amigo el DF y yo

Cuando yo era niña me quedaba en casa de mi abuelita porque tenía unos padres muy trabajadores, ajá..., que en vacaciones me encargaban con ella; un día de esos, creo que a los seis años, me escapé a una tiendita que tenía maquinitas y a donde iban todos los niños. Después de que mis padres me buscaron como por una hora, regresé y mi excusa fue "es que salí a conocer el mundo." Mis padres me pegaron esa vez por querer conocer el mundo.

Ahora disfruto el DF más que antes; puedo pasar los mejores días sin gastar un centavo en entretenimiento, con 4 pesos he tenido de los mejores días de mi vida. He podido irme a sentar en el metro y a los parques y tener divagues con mis amigos; he podido ir a cantinas y pedir lo que quiera por nada; soy fanática de ir a los museos y conciertos gratis. El DF es una ciudad que si exploras, encontrarás siempre algo bueno para amantes de las bellas artes.

He conocido los chupas, lo mismo que el restaurante el lago, muchas veces es lo mismo ir por unas tortas a la casa del pavo, que ir al cardenal; soy una persona de contrastes, y creo que también lo es el DF. Creo que por eso nos caemos bien. Pensar que está el centro histórico, y el centro de ambulantes; el centro de Tlalpan lleno de jippiosidades y la calzada de Tlapan llena de moteles y prostitutas. Santa Fé residencial y empresarial, y el pueblo de Santa Fé; av. Universidad con sus plazas fresas y la Universidad. El DF es un micromundo.

Ahora no me pegan, sólo me regañan por llegar a altas horas de la noche de andar por el DF, otras veces me apoyan. Y sí, yo lo amo, yo soy de'sta ciuda'.