sábado, 25 de abril de 2009

Pienso en mi reencuentro.

¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte entero? ¿Qué hicimos cuando desenganchamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos precipitamos constantemente al vacío? ¿Y de espaldas, de lado, hacia delante, hacia todas partes? ¿Hay todavía un arriba y abajo? ¿No andamos errantes como vagando a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío?
Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, § 125

Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos,
somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra…
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando…
Meditadlo, señores, águilas y tigres,
aunque fuerais de jade,
aunque fuerais de oro,
también allá iréis,
al lugar de los descarnados.
Tendremos que desaparecer,
nadie habrá de quedar.
Netzahualcóyotl, “Percibo lo secreto”


¿A qué has venido al mundo? ¿A saber? ¿A buscar? ¿A vivir? ¿Has venido al mundo o te han traído a él? ¿Te han forzado o tú decides?

¿Y la música? ¿A dónde se fue el canto de las aves? ¿Cuándo fue que el verde se convirtió en un color, en un podable, pisable, prescindible? ¿A dónde se fue el manto cálido del sol? -¿Cuándo comenzó a quemarnos?- ¡¿Cuándo dejamos de amarla a ella, bella, bella…?! ¿Cuándo comenzó a lastimarnos tu lluvia? ¿Cuándo comenzamos a destruir tu aire, a secar tu sangre, a matarte a ti? ¿Cuándo tus frutos se convirtieron en nuestra perdición, y los nuestros en la tuya?... ¿Por qué?

¿Y yo? ¿Yo? ¡Pero si nos has dicho que nadie viene solo al mundo! ¿Y los demás? ¡Eso significa que existes tú, además de los demás!... Entonces, ¿sólo existo yo-con-los-demás-y-lo-demás, y viceversa? [Escucha este canto. Este canto es nuestro fruto pero también el tuyo. Todo se pierde, pero no es una perdición.] Por el momento estás aquí para preguntar, para vivir tus preguntas.

Cuando asomamos nuestros pensamientos al espacio, y contemplamos un todo sin firmamento, vacío de sentido, el silencio eterno de los espacios infinitos nos produjo espanto. ¿Te hicimos daño por miedo? ¿Por rencor? ¿Por inercia? Estúpidamente pensamos que dejamos de estar dentro de tu cálida bóveda celeste, que dejamos de estar protegidos dentro de tu esfera. Y nos alejamos de ti. Y nos pusimos contra ti. Y nos alejamos de nosotros. Y nos pusimos contra nosotros. Ya lo dije: nosotros no somos nosotros sino siendo nosotros-contigo.

La pregunta acerca de la motivación de las acciones cotidianas puede tener infinidad de respuestas que converjan en un punto de partida: la pretendida inercia involuntaria o poco influenciada por la voluntad, desprendida del mundo y del resto en gran medida; o bien, una respuesta participativa: mi voluntad es mi fuerza en mi ser-dentro-del-mundo.

Por una parte hay quienes estudian porque quieren tener “éxito” en la vida. Te alejas, te relacionas por utilidad; tu cuerpo es el falso sí-mismo que interactúa con los demás, en un mundo de roles sociales, rituales interaccionales y juegos complejos. Te conviertes en la vocecita de dentro que le dice a tu cuerpo-hueco qué hacer. Buscas el amor en todos los lugares equivocados. Por una parte, creo que yo soy así. Cuando pienso que estudio ciencia política; cuando leo, por ejemplo, “Los modelos e interpretaciones de la Constitución”; cuando voy a algún lugar a hacer alguna cosa sólo por estar con otras personas, o por no quedar mal con alguien; el pensar en la rutina de mi vida, el pararme a las 4:30 de la mañana, y regresar manejando de la escuela a las seis de la tarde; cuando pienso que mis amigos no los son en realidad: cuando pienso todo ello me siento vacío. Cuando hago cualquier cosa de las anteriores, estoy vacío. Siento frío.

Por otra parte, puedo ser feliz por el solo hecho de estar vivo. Si bien la vida se constituye de la vivencia de momentos, los momentos que puedo disfrutar son los más. Vivo –y disfruto vivir– mis estudios; vivo a mis amigos, mis lecturas, mis rutinas desfasadas, mis locuras. Me doy cuenta de que yo soy sólo en mi relación con lo otro, que tal relación no es sólo la suma de yo y lo otro, sino algo mayor; en realidad, no existe la disociación entre mi ser y lo demás; mi piel como límite de mí mismo, se desvanece. Percibo lo secreto. Puedo vivir. La motivación sólo es un pretexto para vivir. No es necesaria.

Ya lo dijo el más grande científico-filósofo-artista del siglo pasado: la vida con éxito no es lo más importante; la vida con valor es lo que importa; la vida es valiosa por sí misma. Por el momento no nos interesan las respuestas; es la curiosidad lo que nos mueve. Todo es relativo. “Panta rhei, decía Heráclito; todo fluye, sólo el proceso es real”. “Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra”. Tú eres tu cuerpo. Lo importante entonces es vivir cada momento al máximo: vivir tus relaciones: vivir el sol, vivir las aves, vivir los pastos, vivir las flores, vivir el cielo, la noche y las estrellas, vivir las caricias, tu tacto, vivir tus palabras, tus llantos, pero sobre todo tus sonrisas, vivir tus cuestionamientos, tus preguntas, tus investigaciones, tus estudios, tus pensamientos, tu voluntad; vivir. Reencuéntrate contigo, con los demás y con la tierra. Haz de tu vida un arte, y deja que ella hable por sí misma.
Aun así, me siento solo por momentos. Me siento triste por momentos. A veces ni los días soleados me permiten sonreir. La soledad es fecunda, dicen algunos. La soledad es terrible, me parece en ocasiones. A veces verdaderamente me hundo en mi ocaso...

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