sábado, 4 de abril de 2009

Sobre cómo imponerle una religión a tu hijo y otras malas ideas







Creo que la mejor forma de abordar la tragicomedia religiosa en la que vivo sería introduciendo a mis padres. Mi padre es súper religioso, va a misa todos los domingos, devoto de todos los santos (bueno, no todos, pero de muchos sí), cuando sale a trabajar todas las mañanas le da la bendición a todos, incluyendo al coche para que no le pase nada, y así se va tranquilo a la chamba. Mi madre, por otro lado, es el ejemplo perfecto de qué pasa cuando alguien de provincia – en este caso, Mérida – huye hacia el DF para estudiar una carrera, es decir, dejó de lado absolutamente todos los parámetros religiosos tradicionales que le habían inculcado para volverse de esas que sólo van a misa en las bodas, bautizos, primeras comuniones y funerales; los domingos prefiere ver la repetición de The Amazing Race que ir a santificarse.

Evidentemente, en la primaria encontraron (mejor dicho, se esmeraron por encontrar) un convento de adoratrices a cinco cuadras del departamento donde vivíamos; mi madre se fue a entrevistar con ellas para que aceptaran a su chamaca para hacer la primera comunión. Me aceptaron y, pues era obvio, que uno a los 8 años no podía vivir sin saberse de memoria el credo, el padre nuestro y demás “por mi culpa, por mi culpa...”. Nos pasaban diapositivas de cómo había sido –“más o menos”- la vida de Cristo y las múltiples razones – sin mayor explicación, es una especie de “porque si, porque yo lo digo”- por las cuales esa era la verdad absoluta y el eje de nuestra moral. Finalmente tuve mi primera comunión, mis padres habían escogido el día porque era el día de la Santa Cruz (idea de mi padre) y porque coincidía, más o menos, con mi cumpleaños y el día del niño por lo cual se podía englobar todo en un solo regalo (idea de mi madre). Total, que la primera comunión pareció boda y nunca llegué a entender realmente porque lo estaba haciendo.

Siempre mi vida religiosa se ha caracterizado por sus altibajos, es decir, pasé por una larga infancia en donde me gustaba ir a misa con mi papá porque me compraba chicles a la salida, luego me dio flojera y descubrí que me gustaba más jugar videojuegos los domingos, luego entré a una prepa católica, me fui de misiones y me uní a una comunidad religiosa, luego – de la nada – dejé de creer y me convencí de que no tenía sentido tener una creencia que sólo la iba a usar de salvavidas, en donde sin importar que tanto mal haya hecho en la vida, voy y se lo cuento a un reverendo desconocido (valga el adjetivo) y uno puede empezar a pecar y así y así. Tiendo a pensar que hay mejores formas – y mucho más creativas – de limpiar la conciencia y sentirse bien con uno mismo. No voy a mentir, si creo que existe algo, nada más me choca tener que rezarle y hacer todo un show cuando no sé que es, creo en una fuerza superior, pero no creo en el determinismo y en que el infierno puede o no existir (según el Papa en turno), creo en el karma (a pesar de cómo me cita Glo en su entrada), creo en que nuestras acciones tienden a ceñirse a las leyes de la física en donde a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud pero en el sentido contrario (seguro la puse mal, pero la idea es la misma). No sé, supongo que hay más en la vida que tratar de convencer a los otros que nuestras creencias son lo mejor y la verdad absoluta. Creo en el derecho que tenemos todos de no ser señalados o juzgados por no pertenecer a la religión dominante en nuestro país. No se debería de imponer la religión, si se hace, siempre sale mal y deja de ser religión, se vuelve costumbre.

4 comentarios:

Gibrán R.R. dijo...

ehm, era igual magnitud y dirección pero sentido contrario

Miss Acacia Lane dijo...

oh bueno, se entendió! :P

Anónimo dijo...

jajaja pinche gibrán mamón... no mames, yo adoro a tu padre y madre de cualquier forma :p... ah, sí, a ti también. jaja

Solaris Sánchez dijo...

Si la verdad se entendió, jajajajaja
Pero mí moral me dice: Dios, ¿qué dice esta niña?, perdona sus ofensas como nosotros perdonamos a tus hijos intolerantes, que tiran los altares de la Santa Muerte y que despojan de sus propiedades a Testigos de Jehová y Cristianos Evangélicos. Amén.